En esta entrada acompañaremos a Miranda Grey a lo largo de su primera aventura y haremos un repaso de los temas musicales que suenan a lo largo de esta novela negra… y algunos que no se mencionan en el texto, pero que sonaban en mis auriculares mientras estaba escribiendo y que, de algún modo, quedaron plasmados en las palabras y el ritmo de ciertos capítulos.

Antes de empezar, sin embargo, una advertencia:

A lo largo de este post van a aparecer de forma inevitable SPOILERS como casas del contenido del libro, de modo que si quieres seguir leyendo, hazlo bajo tu responsabilidad.

¿Todo listo?

¡Empezamos!

Miranda Grey y el Rock’n’Roll

A lo largo de «Malas influencias» descubriremos que Miranda Grey es una gran amante del rock and roll. En varios momentos del libro vemos cómo se enfrenta a los retos que le pone la vida por delante con la ayuda de un tema de rock.

No solo eso, sino que al comienzo del libro descubriremos también que viste una camiseta con el logo de AC DC y ya al final, que termina la novela con otra camiseta de un grupo mítico de rock, en este caso de Kiss.

Como autor os puedo decir que tanto una camiseta como la otra y las bandas que aparecen en ellas no son casuales. Sobre todo la última, pero ya llegaremos ahí 😉

Capítulo 1: Una llamada a medianoche

En este primer capítulo es cuando arranca la novela. Miranda recibe una llamada de teléfono en la que Jesús, su agente (todo un personaje, como descubriremos más adelante) le informa de que le han concedido permiso para acompañar a la policía judicial durante la investigación de un asesinato.

A quién han asesinado y por qué le han dado a ella ese permiso son cosas que iremos averiguando a lo largo del libro, pero lo importante es que en ese mismo capítulo leemos:

—¿Me puedes pasar la dirección? —dijo saliendo del baño en ropa interior una vez hubo recuperado el móvil—. Dios mío, Jesús, no tengo la menor idea de qué hacer.

—De momento, ir. Puedo enviarte la… ¿Tienes fax?

—Sí, en las cocheras, junto al carruaje y los caballos —respondió Miranda ya en la habitación, con el teléfono encajado entre la mejilla y el hombro mientras sacaba unos vaqueros y una camiseta de tirantes de un cajón y los arrojaba sobre la cama. La camiseta tenía estampado el logotipo de AC/DC, pero quizá podría ocultarlo con una cazadora. No había mucho donde elegir—. ¿No puedes mandármelo al móvil como todo el mundo? ¿Está muy lejos?

Ahí tenemos la primera mención a la música y al rock and roll, algo en lo que se ahonda en el comienzo del capítulo 2.

 

Capítulo 2: Una visita guiada

Nada más comenzar este capítulo, y ya con Miranda en su coche camino de la escena del crimen nos encontramos con lo siguiente:

Miranda conducía con las largas encendidas, el codo izquierdo apoyado en el reposabrazos y la mano diestra golpeando el volante al ritmo de la música. Había conectado su móvil por bluetooth a la radio del coche y dejado que saltara un tema al azar de su lista de reproducción Miranda on the road, en la que predominaba el rock sureño: Lynyrd Skynyrd, ZZ Top, Creedence y Bob Dylan.

Al ritmo de Gimme back my bullets se había incorporado a la A8 media hora antes.

Durante muchos años, conservé en spotify una lista de reproducción titulada «Marki On The Road» (lo sé) con música especialmente elegida para conducir. Dado que todos los personajes de una novela comparten algunos rasgos con el autor (aunque no todos los rasgos), es obvio que lo que hice fue renombrar dicha lista de reproducción y regalársela a Miranda. Más tarde, Miranda hizo con ella lo que quiso: añadió canciones, eliminó otras…

Lo importante es que esa lista de reproducción existe y, si sientes curiosidad, puedes escucharla en Spotify. A lo largo de este post descubrirás que no la vamos a seguir a rajatabla, ya que Miranda On The Road es la lista para conducir de Miranda. Por tanto, ciertos temas no tienen cabida en ella.

Aquí tienes la lista, por cierto. Haz click en la imagen para verla en Spotify:

 

Capítulo 4: Un té en compañía

No, no nos hemos saltado varios capítulos. Como puedes imaginar, no en todos y cada uno de los capítulos de Malas influencias se mencionan temas musicales o aparece la música de un modo u otro. De hecho, es algo que va perdiendo fuelle a lo largo del libro, como iremos viendo, y forma parte de la evolución del personaje.

Pero en este 4º capítulo, cuando Miranda por fin conoce a Norma y hablan, sí que se menciona la música. Ahí va el fragmento:

Miranda podía imaginarlo todo, en potentes destellos. En su cabeza sonaban riffs de guitarra eléctrica, como siempre que le ardían las yemas de los dedos y se moría por sentarse frente al ordenador, cerrar los ojos y simplemente contar lo que veía al ritmo de la música.

Ahí está, de nuevo el rock’n’roll.

 

Capítulo 5: Un plan de acción

Vamos ya por el capítulo 5. ¿Has notado algo curioso en los títulos de los capítulos? ¿Un patrón que se repite? Si sí lo has hecho, enhorabuena; si no, no pasa nada. Volveremos más tarde a ello.

Lo importante es que en este capítulo Miranda regresa a casa tras haber visitado la escena del crimen. Está en San Vicente de la Barquera, un pueblo precioso de Cantabria que te recomiendo visitar si no lo conoces y donde se comen unas navajas y unas sardinas de muerte.

La cuestión es que Miranda sintoniza Rock FM en el coche mientras espera tras un camión de limpieza. Menciona que la recepción es horrible (de hecho, en San Vicente no hay recepción en absoluto de esa emisora, como pude comprobar este verano cuando estuve de visita), pero que un poco de ruido nunca le ha hecho daño a la música punk.

Más adelante es cuando suena uno de mis temas favoritos, el back in black de AC DC y Miranda sube el volumen.

Os dejo aquí el tema:

Capítulo 8: Un cadáver en la fiambrera

En este capítulo no se menciona ningún tema musical ni aparece la música por parte alguna, pero… he de reconocer que me di aquí varios caprichos.

El primero, meter a mi sobrina Sara en la trama en el papel de la médico forense.

El segundo, terminar el capítulo como en las entradillas de CSI MIAMI, con una frase que muy bien podria haber dicho Horatio mientras se quita las gafas de sol y entra el grito del main theme de la serie:

Cuando sabes qué preguntas hacer, los muertos hablan por los codos.

Capítulo 11: Una cuestión de actitud

En el comienzo de este capítulo tiene una importancia capital la música. En él, Miranda ha de colarse en la comisaría de policía de Santander y tratar de llegar hasta donde cree que tienen detenida a Norma sin que nadie la detenga.

Se trata de… una cuestión de actitud:

Se trataba de una cuestión de actitud. Entra en una comisaría con mirada nerviosa y pasos rápidos y en menos de quince segundos tendrás a un agente preguntándote qué estás buscando allí. Entra con la mirada fija en el infinito, la barbilla ligeramente alzada mientras caminas con zancadas largas y firmes y todo el mundo se apartará de tu camino.

Actitud.

Con esto en mente, Miranda se guardó el teléfono móvil en el bolsillo trasero del pantalón y ascendió los tres escalones que daban a la puerta de la comisaría; se detuvo ante ella, tomó una profunda bocanada de aire y cerró los ojos durante un momento.

Un segundo después soltó el aire y, con el riff de Bad to the bone sonando en su cabeza, empujó la puerta. Alzó la barbilla, fijó la mirada en el infinito y entró en la comisaría.

Apenas fue consciente del sonido de la puerta al cerrarse a su espalda. Miranda dejó atrás el mostrador de recepción sin dedicarle media mirada. The Destroyers sonaban con fuerza en su cabeza. Se sentía como si caminara a cámara lenta.

Por tanto, ¡dentro Bad to the bone!

Capítulo 15: Una copa de vino (y todo lo demás)

De nuevo Miranda conduciendo, en esta ocasión desde Santander hasta su casa en Punta de la Escalera, Asturias.

Miranda va haciendo repaso de todo lo que ha ocurrido durante el día, que no es poco, mientras planea qué hacer cuando llegue a casa.

Finalmente, decide fumar un cigarrillo y tomar una copa de vino mientras suena Diana Krall en el equipo de música, algo que, como se verá en el capítulo siguiente, no podrá hacer.

Temptation, de Diana Krall. Porque a Miranda no solo le interesa el rock, como ya dije. Además, más adelante descubriremos también que ese tema lo escuchó por primera vez con Jesús tiempo atrás. Y es que Jesús otra cosa no, pero se las sabe todas:

Temptation de Diana Krall, decidió, una copa de vino y un ejemplar de Sombras de un asesino: Cincuenta crímenes, un ejecutor para echarle un vistazo a la introducción y tratar de imaginar cómo la habría leído él la primera vez que tuvo el libro en sus manos. Y quizá un cigarrillo. Dos como mucho. No más de tres.

Capítulo 19: Una excursión por el campo

Tenemos que esperar hasta el capítulo 19 para encontrar una nueva mención a la música, y es que ahora que Miranda se ha «empoderado» siente que lo que de verdad le apetece es conducir y conducir con la música a todo volumen. Por desgracia, tiene una cita con Norma que no puede postergar…

Todavía sonriendo, llegó al cruce con la carretera y, tras comprobar que no se acercaba ningún coche por ninguna de las direcciones, giró a la izquierda, lamentando que la entrada a la finca estuviera tan cerca. Hacía un día perfecto para conducir por carreteras secundarias con el codo apoyado en la ventanilla, el aire cálido revolviéndole el pelo y la música a todo trapo haciendo vibrar el interior del coche.

Capítulo 24: El señor de los helados

¿Notas algo diferente en el título de este capítulo? En efecto, es el primero que no comienza por un/una/unos/unas. Si además tienes la edición en papel, podrás observar que las bandas de colores que acompañan el número y el título del capítulo están invertidas, y es que éste es un capítulo muy especial.

Especial porque marca la línea divisoria del libro y lo divide en dos mitades casi perfectas. A partir de aquí las cosas van a ponerse complicadas y muy serias para Miranda. Pero mucho.

En el capítulo no se menciona la música, pero sí un pequeño detalle de la infancia de Miranda (en realidad se mencionan varios, pero éste es el interesante musicalmente hablando):

Así que Miranda se levanta y aunque la arena queme camina por ella y sortea las toallas ocupadas por gente quemada, las sombrillas ardiendo, las gaviotas que se retuercen en el suelo agitando en vano las alas humeantes. Recorre la playa dejando siempre el mar en el lado de su mano buena, la mano con la que sostiene el lápiz cuando rellena los cuadernos de caligrafía Rubio que mamá mete en su mochila cada viernes cuando la manda a casa de la abuela.

Camina aunque el mar hace rato que ha dejado de oírse y ya solo se oye el ruido que hace el tocadiscos de papá cuando ya no quedan más canciones, ese crepitar blanco lleno de pestañas.

Simplemente con leer estos dos párrafos ya puedes ver que el estado mental de Miranda en «El señor de los helados» no es normal, que se encuentra… Mareada y confundida.

Quizá porque escribí este capítulo con «Dazed and confused» de Led Zeppelin sonando en bucle. De hecho, durante mucho tiempo me pregunté si titular así el capítulo, directamente en inglés. Como puedes comprobar, al final no lo hice, pero, eh, no hubiera estado mal, ¿verdad?

 

Capítulo 26: Una conversación nocturna

Éste es uno de mis capítulos favoritos: la autovía solitaria, Miranda en el asiento del copiloto hablando, Álex conduciendo, el ronroneo del motor, la oscuridad…

Hasta llegar finalmente a Punta de la Escalera, cuando Álex frena en seco, se detiene, y contempla el paisaje que se divisa desde allí.

Y llega el beso.

Todo era negrura salvo aquello que reflejaba la luz de la luna, que brillaba casi llena en lo alto del cielo: las rodadas del sendero, que caían desde donde se habían detenido y dibujaban una grácil curva a la izquierda para enderezarse luego antes de desaparecer en la más densa oscuridad; las aristas del tejado a dos aguas y el contorno de la casa, que parecían bordados en hilo de plata en un tapete de terciopelo negro; las copas de los árboles de un bosquecillo, que se agitaban bajo la suave brisa; la línea del acantilado, que relucía también, dividiendo en dos la negrura; y más allá, las filigranas que la luna dibujaba en el mar en calma.

—¿Te presta? —preguntó Miranda con una gran sonrisa en el coche a oscuras.

—De día tiene que ser… —escuchó que murmuraba Álex a su izquierda con las manos aún en el volante, y Miranda no necesitó verlo para saber que él también estaba sonriendo.

Obedeciendo a un impulso interno, Miranda extendió un brazo en la oscuridad, posó la mano sobre el brazo de Álex y la dejó allí, notando su firmeza, su calor. Se fijó en que el led del móvil seguía parpadeando y se dijo que tenía que pedirle esa grabación, que quería conservar aquel viaje. Para lo que fuera. Para cuando fuera.

Durante varios segundos, ninguno se movió, ninguno habló. Después, Álex soltó el volante y Miranda notó cómo le cogía la mano antes de que tuviera tiempo de colocarla de nuevo en su regazo y tiraba de ella hacia sí.

Se quedaron inmóviles frente a frente durante unos segundos como dos bailarines antes de la pirueta final, y luego se besaron. Miranda intentaría al día siguiente recordar cómo había sido aquel primer beso, pero lo haría sin éxito. Quizá porque no fue un único beso, sino que fue evolucionando hasta ser todos los besos posibles: fue el beso incómodo y torpe, lleno de dientes, del colegial con el que quedó por primera vez a escondidas en un callejón oscuro; pero también fue el beso distraído y ansioso de las parejas que había tenido en bachillerato, demasiado ocupados en averiguar cómo desabrocharle el sujetador; y el beso experto y sin prisa de aquel novio mayor que tuvo en la universidad. Fue un beso rápido con ganas de comerse el mundo, pero también fue un beso lento consciente de que el tiempo no era más que una quimera absurda. Fue todos y cada uno de los besos: el beso húmedo, lascivo e interminable del antes; el beso tenso y violento del durante; y el beso dulce, lánguido y exhausto del después.

Cuando se separaron, se miraron sorprendidos.

Me gusta también porque es la primera vez (y la única) en que Miranda dice algo típicamente asturiano («¿Te presta?») porque… bueno, es obvio, ¿no?

No se menciona la música en este capítulo, pero la hay. Si fuera una película o una serie, sonaría «Shine on you crazy diamond», de Pink Floyd.

Ésa era la música que sonaba mientras escribía el capítulo, mientras conducían y conducían por la autovía nocturna, y es la única que concibo para esa escena.

Ahí va:

Capítulo 31: Un mensaje de los muertos

Miranda está cabreada en este capítulo, mucho. Sabe que el caso no está cerrado por mucho que Álex insista en  lo contrario.

Entra en el coche y elige un tema de Metallica para volver a casa:

Había rebuscado en la guantera y en el compartimento de debajo del asiento del copiloto hasta encontrar un soporte para teléfonos móviles y luego había invertido cinco minutos en investigar la manera de navegar por los menús del coche hasta sincronizar el bluetooth.

En consecuencia, cuando arrancó el Megane las guitarras distorsionadas de Master of puppets hacían vibrar los cristales. Normalmente prefería escuchar rock más clásico y juguetón al volante, pero aquella tarde su ánimo estaba más en sintonía con el ritmo agresivo y cortante del trash metal.

«En cualquier caso —pensó mientras bajaba por el parque en dirección a la estación de Lutxana—, ¿quién dice que Metallica no es rock clásico ya a estas alturas?»

«Master of puppets»…

Viendo lo que descubrirá minutos más tarde acerca de quién enviaba las amenazas y quién provocó las dos muertes que hemos presenciado en la novela, el tema no podría ser más adecuado, ¿no crees?

Capítulos 42 al 46: En llamas

Creo que si has llegado hasta aquí es que, o bien ya has leído el libro, o bien no te importan demasiado los spoilers. Sin embargo, me resisto a poner los títulos de estos capítulos o a dar demasiadas pistas sobre lo que ocurre en ellos.

En resumen, Miranda lo va a pasar mal. Muy mal. En muchos sentidos, va a morir y nacer de nuevo.

Para muchos lectores, son de largo los mejores capítulos del libro, o los que más les han impactado.

La música que sonaba mientras lo escribía era el disco «As daylight dies», de Killswitch Engage.

Vosotros mismos:

Epílogo: Una mujer al volante

Si el libro comenzaba con el prólogo titulado «Un hombre en la ducha», termina con el epílogo: «Una mujer al volante».

Por fin Miranda puede conducir con la ventanilla bajada y su lista «Miranda On The Road» sonando a todo trapo. ¿Y qué tema suena en el coche mientras conduce?

«What’s your name», de Lynyrd Skynird:

Y no podría ser más apropiado, ya que en gran parte todo el libro gira en torno a la dualidad entre Miranda García y Miranda Grey.

Más aún, al final de la canción hay un sutil cambio en la letra (no, no me lo invento en el libro) que pasa de ser «What’s your name, little girl? What’s your name?» (¿cómo te llamas, pequeña? ¿cómo te llamas?) a ser «What was your name, little girl? What’s your name?» (¿cómo te LLAMABAS, pequeña? ¿cómo te llamas?)

¿Ves cómo no podría ser más apropiado?

En cualquier caso, el tema de Lynyrd Skynyrd llega a su final en el libro, y muy pronto el libro hará lo mismo con otro temazo, esta vez de Chris Cornell, que da perfectamente la réplica al de Lynyrd Skymyrd.

Y con ese mismo tema, cerramos el post…

 

 

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